domingo, 19 de junio de 2011

3º Parte - Capítulo 3

–III–

La sala estaba vacía. Sólo las sillas forradas en satín rojo y las inmensas columnas que sostenían al firmamento estrellado rodeaban la gran mesa octogonal de piedra pulida.  Sobre un extremo de la habitación, una extraña ilusión hacía presencia. Sin contornos visibles, su centro deformaba el aire que la rodeaba, haciéndolo girar sobre sí mismo en forma de espiral. Poco a poco, dicha ilusión fue emanando de su interior una luz azulada; en principio débil pero al cabo de unos instantes se tornó tan fuerte como el sol. Del mismo corazón de tal fenómeno, una figura totalmente ensombrecida por el contraste con la luz cegadora que tenia a sus espaldas, comenzaba a caminar hacia la gran mesa de piedra; mientras que la extraña luz volvía a decaer en intensidad por un breve lapso hasta volver a recobrar su fuerza máxima, dejando salir de su centro a otro sujeto. Tal acontecer se repitió cinco veces más, una detrás de la otra.
Al tiempo que los últimos consejeros iban apareciendo en la sala a través de las entrañas de aquella ilusión, los primeros en hacerlo fueron ocupando las cómodas sillas, hasta que seis de ellas estuvieron cubiertas. Dos sillas quedaron sin ocupar y una sola persona de pie, Dawrt. Todas las miradas se posaron sobre él, ya que como regente debería seguir ocupando su silla de consejero; pero al haberse auto declarado Maestre interino, tras la sorpresiva muerte de Margawse, probablemente no fuese aquel lugar el que eligiese para sentarse.
Efectivamente, tras el paso de breves segundos de tensión y cruce de miradas, Dawrt se ubicó sobre la silla central; la silla de la maestría de la Tierra Mágica. Siendo la primera vez que ocupaba tal lugar, al ser el primer consejo reunido tras la muerte de la legítima heredera. Mantuvo en su rostro una particular sonrisa al ver las caras de desaprobación del resto, a la vez mudas y sin resistencia a sus actos. Tras un instante dio inicio a la nueva reunión, tomando la palabra.  
–Honorables miembros del consejo de la Tierra Mágica. A nuestro pesar hoy me veo obligado a presentarme como Maestre interino y no como regente; ya que los dioses han elegido llevarse sorpresivamente a la señorita Margawse, hace tan solo dieciséis días e incluso antes que a su propia madre Martinique quien hoy, lamentablemente, vive postrada sus últimos días –Dawrt hizo una breve pausa para tomar aire y luego continuó–.  Pero por más que nos aflija tal situación, no es por lo que hoy estamos aquí reunidos. Ya hemos hablado de ello y, personalmente, os he informado del cambio de mi situación –terminó diciendo Dawrt ,observando las miradas y los rostros de los allí presentes.
Todos compartían semblantes serios y miradas sombrías e inexpresivas. Probablemente sus mentes estaban recordando el día siguiente a la muerte de Margawse, en donde Dawrt los reunió en la sala central del palacio para anunciarles la repentina medida, alegando evitar un vacío de poder. Varios objetaron, diciendo que esa era una decisión que se debía tomar bajo el marco de un consejo reunido en donde se votaría pertinentemente, pero Dawrt se negó diciendo que la votación ya había sido hecha desde el momento que lo eligieron como regente y que tal decisión sólo era un acto legítimo de sus funciones. En parte, los miembros del consejo sabían que estaba en lo cierto y que sólo habría una nueva votación si el regente así lo decidía al variar las condiciones en las que había asumido.
Tras unos instantes de silencio que nadie se animó a romper, Dawrt continuó con su discurso.
            –En primer lugar, es mi deber informaros que la búsqueda de la gema perdida aún no dio frutos. Ya se han revisado minuciosamente los terrenos cercanos al terrible suceso y nada se ha encontrado. Debo admitir que era de esperar puesto que está claro que la gema fue robada por los mismos atacantes y que se la llevaron vaya uno a saber donde… –terminó diciendo Dawrt.
            –Mi señor… ¿Estáis diciendo que no hay forma de recuperarla? –inquirió Agharol preocupado.
            –Reconozco que veo poco probable que demos con la gema por nuestros propios medios, pero eso no significa que no podamos recuperarla en un futuro –aclaró el maestre interino. Antes que Dawrt continuase, todos los consejeros lo observaron sin entender de todo sus palabras, dejando que sus expresiones mostraran cierto desconcierto–. Si bien recordáis –continuó Dawrt– el consejo ha permitido la partida de Margawse junto con la gema hacia el templo de Ishk gracias al sabio consejo de nuestro compañero Golthor quien, según sus investigaciones, nos ha prevenido a todos de un inminente peligro al ser la Tierra Mágica la que poseía la gema –Dawrt hizo una breve pausa y dirigió su vista hacia Golthor quien no tuvo más opción que asentir con la cabeza confirmando las palabras del maestre interino–. Como bien sabéis la leyenda de las gemas soberanas habla de los mirkhenin. En principio su función y naturaleza son poco apreciables. Los antiguas pergaminos de los Dearin no sólo son difíciles de traducir sino que además son poco claros… Bien, la cuestión  es que ante la descripción de los sucesos pasados tras el aviso del surgimiento de una extraña caverna en el monte Kite, Golthor llegó a una posible conclusión de la cual ya estáis al tanto –dijo Dawrt al tiempo que buscaba las miradas de sus compañeros.
            Todos asintieron con la cabeza pero aun seguían sin entender a donde pretendían llegar las palabras de su maestre. Por lo que Edorias tomó la palabra:
            –Si vuestra merced me permite, Golthor ya nos ha expuesto ampliamente su teoría la que derivo en nuestra decisión de dejar ir a Margawse junto con la gema al templo de Ishk, lo que aún no comprendo es en donde está la posibilidad de encontrar nuevamente la gema que trágicamente hemos perdido.
            Dawrt lo miro fijamente a los ojos y continuó:
            –Posiblemente aún no comprendáis porque no he terminado de explicarme. Cuando lo haya hecho no tendréis tales dudas –Dawrt dejó de mirar a Edorias para dirigirse a todo el consejo–. En fin, a lo que deseo llegar es que debéis tener presente la naturaleza de los mirkhenin como “guardianes” de las gemas divinas, en donde, aparentemente, cada una cuenta con uno. Siguiendo esta posibilidad, el mirkhenin de la gema que se hallaba en nuestro poder aún no se hace presente. Por lo que la forma de encontrar a la gema nuevamente consta en estar muy atentos a que dicho guardián se haga presente. En donde esto suceda, ahí estará la gema y podremos recuperarla –terminó diciendo Dawrt.
            Aunque al escucharlo todos comprendieron a lo que  se refería, ninguno mostró entusiasmo o tranquilidad puesto que eran concientes de la escasa probabilidad que tenían de enterarse de tal acontecimiento y, además, aunque se enteraran de ello no se garantizaba en absoluto que pudiesen recuperar la gema. Tras un instante, es Elias quien se convierte en el vocero de tal sensación generalizada al tomar la palabra.
            –Mi señor… Si me permite, está claro que lo que nos acaba de explicar es una posibilidad más con la que contamos para recuperar la xiremei. Pero creo que hablo por todos al considerar a tal posibilidad demasiado remota como para que esta tranquilice la gran preocupación que nos trae haber perdido la roca –clamó el consejero.
            –Además, si el mirkhenin de la gema que poseíamos aún no ha aparecido, tal vez nunca lo haga. La teoría expuesta por Golthor hace un tiempo tiene muchos elementos que la vuelven lo suficiente verosímil, pero probablemente no es exacta y hay demasiadas cosas que no comprendemos… Suponer que el mirkhenin de la gema que hemos extraviado se hará presente es un error. Es más, tal vez eso indique que la gema que poseíamos no es una de las cinco gemas  soberanas… –dijo Mortimer expresando sus dudas sobre el asunto.
            Los demás consejeros se mostraron de acuerdo tanto con las palabras de Mortimer como con las de Elias, al asentir con la cabeza o musitar palabras de aprobación. Dawrt, al otro extremo de la mesa, respiró hondamente y luego exhaló con fuerza, al tiempo que se ponía de pie.   
            –Entiendo que sea una posibilidad que no os tranquilice, pero sigue siendo una posibilidad y, para mí, es mucho más factible que encontrarla abandonada bajo la sombra de un árbol –dijo Dawrt con voz fuerte y firme, quien luego continuó–. Informarles del fracaso de la búsqueda de la gema que se ha extraviado sólo es un tema superficial en comparación al tópico central por el cual os he reunido hoy aquí –Dawrt se detuvo, sabía que lo que tenía que decir era extremadamente importante y antes de continuar busco sabiamente las palabras correctas para decirlo, mientras que el grupo de seis consejeros comenzó a cavilar lo que podría ser aún más importante que haber perdido una de las cinco xiremei–. Señores y sabios consejeros de la Tierra Mágica, sabemos que el tratado de Doria entre el reinado de Thira y el reinado de Gore se ha quebrantado definitivamente desde el momento en que el rey Dagobert I a iniciado el asedio sobre la fortaleza de la Marca Norte del reino de Gore y la posterior decisión del rey Alfer III de formar un ejército para anular tal asedio. Situación que nos ha dejado altamente comprometidos al ser los garantes de tal contrato quebrantado; viéndonos obligados a tomar medidas militares al respecto en, claramente, favor de Gore –tomó aire y continuó–. Por lo que se ha ordenado la formación de un pequeño ejército propio, aún en proceso, que tendría como objetivo unirse a las fuerzas de Gore para liberar sus fortalezas del asedio, si este aún perdurase, y reforzar las defensas de sus fronteras luego de haber conseguido replegar a las tropas de Thira –nuevamente hizo una pausa y luego prosiguió–. Hasta aquí no he dicho nada que ya no sepáis puesto que justamente nuestra anterior reunión fue evocada a tales temas. Pero es el día de hoy en que he recibido las noticias de los resultados de la terrible batalla entre ambos reinos sobre el pie del monte Kite.    
            Todos los consejeros se miraron unos a otros, sin poder evitar que sus rostros expresaran gran asombro. Tras enterarse de la partida del ejército de Gore, el enfrentamiento de ambos reinos estaba próximo; pero nadie imaginaba que este ya se hubiese producido, e incluso concluido. Uno de los consejeros no tardó en preguntar al respecto.
            –¿Pero qué es lo que ha sucedido? ¿Cuál fue el resultado de la batalla? –inquirió Agharol, ansioso.
            –¿El resultado? El resultado fue muerte y destrucción, en donde ambos bandos perdieron la totalidad de sus fuerzas y no precisamente por el filo de sus hojas de acero. Y Dagobert I, rey de Thira, también ha fallecido. Su sobrino será coronado prontamente como su sucesor –clamo Dawrt con vigor en sus palabras.
            Los presentes comenzaron a susurrar nuevamente entre sí, sorprendidos por tales palabras, al tiempo que Edorias preguntó con la suficiente fuerza como para tapar los murmullos de fondo.
            –No entiendo… ¿A qué se debió entonces sino es a la fuerza de las armas? ¿Dagobert murió en la batalla? –en cuanto dijo esto el resto de los consejeros dejaron de murmurar para esperar expectantes la respuesta de su maestre interino.
            –La respuesta a vuestra pregunta es la razón por la cual hoy se encuentra reunido este consejo –Dawrt comenzó a recorrer las miradas de cada uno de los presentes para asegurarse que tenia la atención de todos ellos–. En dicha batalla del monte Kite, uno de los dos reinos ha utilizado y liberado sobre sí mismo y sus enemigos, el poder sobrenatural de la gema sagrada del fuego. Dicen que el rey Dagobert I murió al enterarse de tal atrocidad.
            Algunos de los presentes quedaron anonadados, sin poder emitir palabra; otros estallaron del asombro sin poder contenerse. Gritos de “¡imposible!”,  “¡¿Como puede ser?!” y otros más se taparon unos a los otros en pleno caos generado por tal sorpresa.
            –¡Calmaos! ¡Calmaos hombres de sabiduría! Esta no es la forma. Dejadme que continúe. Sé que la noticia es increíblemente grave, pero debemos actuar con calma si queremos dar el paso  correcto –clamó Dawrt, alzando  ambos brazos.
            Los presentes guardaron asiento y calmaron sus mentes excitadas por tal anuncio, dejando continuar a quien los presidía en aquella reunión.
            –Hace aproximadamente tres meses, el reino de Gore nos ha informado de una extraña gruta la cual, según por sus características, podría ser el lugar en donde fue escondida una de las gemas divinas; precisamente la de fuego. Tras haber enviado un noble, miembro de la Tierra Mágica, para que investigue tal lugar nos hemos enterado posteriormente del fracaso de la misión. Efectivamente, la gema de fuego se hallaba en aquella caverna, pero la aparición de un ser descomunal, posiblemente el mirkhenin que la defendía, asesinó a la mayoría de la compañía incluyendo a nuestro investigador; sin poder lograr recuperar la gema allí vislumbrada –Dawrt se detuvo y miró a Golthor, ya que fue él quien le informó de tales eventos hace tres meses.
            –Así es. A partir de aquellos eventos es que se ha podido entender con mayor claridad lo que entendemos por mirkhenin –completó el anciano consejero que se encontraba al lado del maestre interino.
            –¿Y tales sucesos se han dado en el monte Kite no? El mismo lugar en el que se ha desarrollado la batalla que habéis nombrado –continuó Vladimiro desde el extremo izquierdo de la mesa octogonal.
            Esta última observación de Vladimiro bastó para que el resto de los consejeros saque sus propias conclusiones.
            –Estáis en lo cierto. Uno de los dos ejércitos exploró tal caverna por su cuenta y a dado con la gema para posteriormente usarla contra sus enemigos –aclaro Dawrt.
            –¿Quién, quien de los dos ha sido? –inquirió Elías.
            –Quien ha sido es difícil de establecer con certeza, versiones contradictorias han llegado a mis oídos, por lo que no podemos fiarnos de los emisarios de ambos reinos. Aunque tristemente hay que reconocer que quien tiene mayores posibilidades de haber sido es el reino de Gore –respondió Dawrt severamente causando desorden en sus oyentes.  
            Edorias se puso de pie y tomó la palabra.
            –Mi señor. El reino de Gore ha sido un fiel aliado de la Tierra Mágica durante cientos de años en donde siempre se ha buscado el mismo objetivo: Lograr la paz. Y es precisamente el actual rey Alfer III uno de los mayores defensores de tal postura. La prueba de ello está en cómo ha actuado en el presente conflicto, siempre cautelosamente y sin recurrir a la fuerza a menos que sea vitalmente necesario. No creo que sea él quien halla quebrado con sus valores repentinamente.
            Varios consejeros asintieron a favor de tales palabras, pero que Dawrt no tardó en contestar:
            –Vuestro aprecio hacia el monarca de Gore es entendible, y seguramente compartido por todos; pero al decir que es él quien pudo haber utilizado la gema del fuego en su beneficio, no lo hago por algún tipo de rencor o desprecio, sólo me remito a la información con la que contamos y, os guste o no, fue en sus tierras en donde se encontró tal caverna y además era el único que estaba al tanto  de la gema y del posible poder que esta guardaba. Inclusive la propia muerte del rey de Thira, al enterarse de la muerte de su hermano por tal poder podría servir también como prueba en contra de Gore.
            Los murmullos invadieron nuevamente la atmósfera del consejo, volviendo incontenibles las opiniones divergentes de sus miembros que comenzaron a hablar uno sobre el otro sin que ninguno pudiese concretar aunque sea una oración de lo que deseaba decir, por lo que uno de ellos se puso de pie para lograr ser escuchado.
            –Mi señor, lo que decís es cierto. Pero también es preciso recordar que las tierras que circundan al monte Kite fueron abandonadas por Gore luego de comenzado el asedio a la fortaleza de la Marca Norte, quedando al libre saqueo de las fuerzas de Thira, las cuales probablemente registraron aquella caverna –clamó Elías defendiendo al monarca de Gore.
            Tras un nuevo y breve lapso de murmullos encontrados, Dawrt ordenó sus pensamientos y habló a todo el auditorio de consejeros.
            –Como veis, nobles consejeros de la Tierra Mágica, es muy difícil determinar quién de los dos reinos ha sido el culpable de utilizar el poder divino de las gemas. Pero más allá de quien haya sido, nuestra postura al respecto debe ser más firme y dura que cualquier otra decisión que se haya tomado en toda la historia de la Tierra Mágica –hizo una pausa para observar a cada uno y luego continuó–. Debemos castigar con la mayor severidad posible al reino culpable de tal atrocidad. Debemos demostrar que podemos ser garantes de la paz y la justicia actuando con hechos y no sólo con palabras.
             –Si vuestra merced me permite, creo que dadas las circunstancias intuyo que hablo por todos al coincidir con vuestras palabras, pero lo que no me queda claro es a que os referís con “castigar con la mayor severidad” –habló Golthor temiendo por la respuesta del Gran Maestre interino. 
            Todos los consejeros agudizaron sus oídos.
            –Me refiero a la única medida posible, acorde a la gravedad extrema del acto realizado. Propongo, aquí y ahora, que el reino culpable de tal atrocidad, sea castigado con la destitución inmediata de su monarca, siendo un miembro de nuestro honorable consejo quien cumpla con las funciones de regente hasta que se considere apropiado otorgar el mando al heredero legitimo de la familia real gobernante. Además, dicho regente dispondría con el uso de su propio ejército, que respalde su poder el tiempo que sea necesario.
            Todos los miembros presentes en aquella sala se exaltaron al recibir tales palabras de su maestre.
            –¡Por Ishk! Si vuestra merced me permite, tal castigo es extremadamente severo y además atentaría contra el orden interno del reino que lo sufra, empezando por la ilegitimidad de autoridad y revueltas de la población –clamó Edorias, discrepando con total franqueza con Dawrt.
            –¡El riesgo de una rebelión de los nobles es demasiado grande! –dijo Mortimer desde su lugar.
            –Puede resultar en un verdadero desastre –continuó Vladimiro, sumándose al resto.
            Dawrt no cedió ante el repudio de los consejeros e insistió:
            –No hacerlo sería sinónimo de debilidad pero por sobre todo, estaríamos rompiendo con todos los valores que hemos perseguido en busca de la estabilidad de una paz duradera. Si no hacemos algo para frenar esta terrible guerra, esta se extenderá indefinidamente cobrándose las vidas de centenares de personas y de la cual, en un futuro, probablemente también la Tierra Mágica sea víctima. La sed de poder del hombre mundano jamás se sacia, la única forma de detenerla es negándole de beber y es esa la función que hoy debemos cumplir. 
            –Pero mi señor, la guerra seguirá igual. Los nobles no nos aceptarán y ahí sí seguramente la Tierra Mágica sufrirá las consecuencias –añadió Agharol.
            –El posible regente será respaldado por un ejército acorde a sus funciones. Los nobles no podrán reunir las fuerzas para impedirlo. Pero más allá de eso, no debéis pensar como reaccionaran los afectados. Obviamente que estarán en contra. Lo que debéis pensar es en nuestro deber y lo que sucedería si no hacemos nada al respecto. ¿Acaso consideráis que es mejor no actuar ante tal acto? ¿dejar que todo siga su curso mientras la Tierra Mágica deja que su figura diplomática se disuelva en la nada perdiendo generaciones de esfuerzo y constancia por lograr que este lugar sea considerado como epicentro de la búsqueda de la paz? –Dawrt hizo una pausa para luego seguir–. Si esto es lo que queréis, os advierto que jamás se logrará recuperar el lugar perdido, y la Tierra Mágica habrá perdido su sentido de ser y tarde o temprano seremos sometidos a la mano del hombre común –terminó diciendo el Gran Maestre interino con vigor en sus palabras.
            Los murmullos proliferaron inundando la atmósfera.
            –¿Y si vuelven a utilizar la gema de fuego? –inquirió Mortimer.
            Dawrt sonrió levemente, como si tal pregunta le hubiese agradado, y alzo nuevamente los brazos.
            –Justamente ¿Y si la gema de fuego vuelve a ser usada? ¿Acaso nos quedaremos aquí sentados esperando a que ello pase? Señores, no hay otra salida que actuar sin vacilaciones. Es nuestro deber hacerlo.
            –Mi señor, pero si actuamos de la forma que proponéis, la victima del poder divino de la gema no va a ser el reino contrario, sino nosotros, la Tierra Magica… –agrego Vladimiro.
            –¿Acaso teméis? ¿Acaso consideráis que todo esto es indebido por temor? Nuestro deber es uno solo y debemos seguirlo firmemente, sin importar el riesgo que corramos en ello. No por nada os advertí que esta era una de las decisiones más difíciles de se haya tomado… –le contestó Dawrt con imparcial decisión.
            –Mi señor, somos consientes de que tenemos que actuar de alguna forma. Nadie está pensando en sólo observar lo que suceda. Pero insisto al considerar que esta no es la forma. Una de las cosas en que más hincapié hizo nuestra anterior maestre Martinique, fue justamente en dejarnos siempre en claro que el fin no justifica los medios. ¿No es este un fiel ejemplo de ello? –hablo Edorias.
            –Yo también recuerdo las sabias enseñanza de Martinique y no les hago caso omiso. Pero no es que el que yo propongo no sea el medio correcto o si lo sea. Mi querido amigo… No hay otro medio… –alegó Dawrt.
            –Si vuestra merced me permite, considero que siempre hay otro medio. El castigo debe ser menos dañino –continuó Edorias.
            –¿Un castigo menor? ¿Cómo cual? Cualquier otra cosa que hagamos no servirá de nada. No  evitara  que la guerra continué o mismo que la gema vuelva a ser usada. En cambio, de la forma que os he propuesto, por lo menos tenemos una posibilidad de ello. Una posibilidad que no tenemos el lujo de perder. Si acaso tenéis un castigo menos “dañino” que logre los mismos resultados, decidlo. Porque  para mí no lo hay –contestó Dawrt convencido de ello.
            Todos los consejeros se miraron mutuamente buscando respuestas en el prójimo, sin encontrarlas; hasta que Edorias prosiguió:
            –Mi señor,  que nadie proponga una segunda opción no significa que no exista. Tened en cuenta que es un decisión demasiado compleja para tomarla aquí y ahora, además de la misma sorpresa que nos ha provocado tener que tomarla. Es algo que debemos pensar con cuidado y precisamente ahora considero que no somos capaces de decidir. Por eso, si os parece, se podría aguardar a la próxima reunión del consejo para tal tarea.
            El resto de sus compañeros asintieron con sus cabezas en aprobación a tales palabras encontrando en ellas un leve alivio.
            El maestre interino lo miró con fijeza y luego dijo: 
            –Si el tiempo no nos acorralara  mi preocupación no sería tal. Pero vuestras palabras son sabias y seria de una gran imprudencia obviarlas –hizo una pausa y se dirigió hacia todo el auditorio–. Está bien, el castigo se determinara en una futura reunión del honorable consejo de la Tierra Mágica mientras ambos reinos son juzgados por sus actos. Ahora bien, lo que si tenemos que determinar hoy es cómo se desarrollará dicho juicio de la manera más adecuada posible. Si me permiten, he traído un texto diplomático que he elaborado por mi cuenta para dicha instancia, el cual leeré y ustedes dirán si es adecuado o no. Además, he agregado el comunicado del terrible accidente de la doncella Margawse y de mi situación actual como gran maestre interino –clamó Dawrt, al tiempo que sacaba de entre sus ropas un manuscrito en vitela amarillenta. Respiró hondamente y dio inicio a la lectura con voz firme y fuerte, mientras el resto de los presentes lo miraban expectantes: 

            “Estimado rey Alfer III de la casa de Linere, soberano de todas las tierras que conforman el reino de Gore, desde la Marca Norte hasta los llanos del sur del Golfo de Feroth. Hoy, a 2148 años de comenzada la Segunda Era, la honorable Tierra Mágica se dirige hacia vuestra merced con el siguiente fin:
            Como sabéis, durante la batalla entre vuestro reino y el reino de Thira, hoy denominada La Batalla del Monte Kite, alguna de las partes ha utilizado el poder de algún artefacto mágico en su beneficio, liberando una magia altamente destructiva. Bien vale aclarar que la Tierra Mágica no sólo no proveyó de tal herramienta mágica sino que también condena su uso; sea quien fuese quien la haya usado.  Es por eso que hoy se le informa que el insigne Consejo de la Tierra Mágica ha decidido, basándose en los previos tratados de paz que ubican a la Tierra Mágica como garante de la paz entre ambos reinos, enviar un comisionado que formara parte de vuestra corte y consejo personal indefinidamente, al igual que de la misma manera se enviara un comisionado a Thira. El propósito central de tal acto consta en comprobar el cese de los actos militares entre otras cosas. Dicho comisionado arribará en cuanto se reciba vuestra aprobación escrita, aceptándolo. Se advierte que en el caso de negarse, se tomará tal actitud como elemento a la hora de juzgar quien de los dos reinos a utilizado el poder de la magia en su favor, acto que será castigado severamente a su debido tiempo.
            Como segundo fin, este comunicado informa a vuestra merced el fallecimiento inesperado de la dama Margawse D’eredoth Shonen, hija de Martinique Shelia Shonen y heredera legitima a ocupar la maestría de la Tierra Mágica. Tras dicho suceso,  mas la incapacidad de Martinique en seguir en el cargo por enfermedad, hoy preside al sabio Consejo de la Tierra Mágica el anterior consejero Dawrt de Melernia como Gran Maestre interino.”

            Alfer dejó caer  sus pesados parpados y bajo la cabeza levemente, luego, tras un instante, indicó con un gesto de su mano derecha que el emisario se retirase; al tiempo que dijo:
            –La respuesta que vuestro señor solicita será enviada, podéis partir.
            El anciano monarca estaba sentado sobre su trono, rodeado de algunos de sus consejeros; su asistente personal; y sus dos hijos. Reunidos para escuchar el importante comunicado que traía aquel emisario, que ahora daba la vuelta para partir nuevamente a sus tierras. Las noticias de la Tierra Mágica apesadumbraron aún más el senil rostro del monarca, quien mostraba un semblante agotado y rendido. No así sucedió con su hijo menor, Octavio.
            En cuanto el emisario cruzó las gruesas placas del portón principal, el joven príncipe también abandonó la sala por una de las puertas laterales, con los ojos bien abiertos y los dientes apretados, sin despedirse o dar su opinión al respecto. Su enojo con su padre y la situación misma eran evidentes. Dana, al ver salir de tal forma a su hermano, salió inmediatamente detrás de él.
            –Dejadlo hija, ya se calmará… –se apresuró a decir Alfer.
            –No padre, dejadme hablar con él –terminó diciendo la joven, al tiempo que cruzaba el arco de la puerta lateral.
            Su hermano ya había alcanzado la mitad del pasillo, pero ella lo siguió a trote hasta alcanzarlo y sujetarlo de su brazo izquierdo.
            –¡Aguardad! Hermano, aguardad ¿Qué os pasa que habéis huido así?
            Octavio se volteo violentamente y con la mano que mantenía libre abofeteó inesperadamente a Dana, la cual cayó hacia atrás sobre los baldosones de mármol pulido. Octavio inmediatamente continuó su marcha sin mirarla. Dana aguardó sentada sobre el frío suelo sin voluntad de levantarse, sólo se llevo una mano a su mejilla golpeada y comenzó a llorar.

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