domingo, 26 de junio de 2011

3º Parte - Capítulo 4

–IV–

–La magia es conocimiento; por lo tanto se puede aprender y enseñar. ¿Es cierto esto? –inquirió Edorias. Los alumnos presentes dudaron en contestar, ya que la respuesta parecía tan obvia que no entendían el porqué de la pregunta–. La expresión de sus rostros es entendible; puesto que si no fuese así, no habría razón para que yo esté acá ni ustedes ahí. Pero lo que les acabo de decir, a pesar de parecer algo obvio no lo es. No siempre fue así. Durante los largos milenios de la Primera Era, la magia no era considerada como conocimiento, sino como esencia –Edorias hizo una pequeña pausa para observar las miradas atentas de su auditorio de estudiantes, luego prosiguió–.  Esencia que sólo poseían los primeros elfos. Para ellos, la magia no se enseñaba ni aprendía, se nacía con ella y se ejercía como cualquier otra función de su cuerpo. Su poder era tan grande que sólo bastaba un ligero pensamiento para poder jugar con los cuatro elementos a su gusto.
–¿Magia de tercer nivel? –interrumpió uno de los alumnos.
Edorias asintió y dijo:
–Magia que para nosotros representaría el tercer nivel. El nivel perfecto de magia, en el cual sólo hace falta el pensamiento para ejercerla sin la ayuda de ningún objeto o cadena de palabras. Pero en ese entonces, para los primeros elfos, ni siquiera había niveles de magia; esa era la única forma de magia conocida y sólo eran ellos los únicos capaces de utilizarla. La magia a la que hoy denominamos de primer y segundo nivel, es fruto de la paciencia y voluntad de los antiguos dearin; quienes a prueba y error fueron elaborando los primeros hechizos escritos, ayudados mismo por los elfos, quienes compartían con su raza hermana su forma de pensar. Mismo los elfos les facilitaron los primeros objetos mágicos para potenciar el efecto de los escritos de los dearin –Edorias hizo una pausa para tomar aire y siguió–. Fue así que a lo largo de miles de años, la magia se iba compartiendo y aprendiendo poco a poco, hasta convertirse en lo que hoy es. Por eso, a pesar de que consideramos que el tercer nivel es alcanzable por los seres humanos, aún nadie lo ha hecho y tal vez nunca nadie lo haga. Mismo los elfos han perdido esa capacidad innata con el paso de los años –terminó diciendo Edorias, quien se quedó pensando en ello, sin continuar la clase hasta luego de un buen rato–. Y tal vez sea lo que nos merecemos… Como bien sabéis, el uso irresponsable de tal poder puede ser, y de hecho lo fue, realmente catastrófico. Tal vez no nos merezcamos alcanzar jamás el tercer nivel de magia. Pero bueno, eso ya pertenece a ”Moral Mágica” y esa no es precisamente la materia que estoy dando –Edorias alzó la vista buscando la atención de todos y continuó–. Muy bien, he finalizado la clase planteando este tema, porque es de lo que nos vamos a encargar de aquí en más por un largo tiempo; vamos a comenzar a revisar hechizos en dearin, cosa que es muy difícil, por eso los necesito muy atentos y predispuestos. Ya están lo bastante avanzados y cada vez hay menos que enseñarles; pero lo poco que queda es lo más difícil y es lo que va a determinar si pueden lograr ser magos, dominando todo lo que ello implica. Bien, eso es todo por hoy, se pueden retirar –clamó Edorias dando un suspiro tras sus  últimas palabras.
El alumnado murmuró saludos desordenadamente, al tiempo que se levantaba de sus pupitres de madera de olmo para dirigirse a la puerta principal de la sala, que hacía de una de las tantas aulas que había en el palacio de la Tierra Mágica. Todos  se retiraron, menos Edorias y su ayudante: Un sujeto de larga melena rubia, que aguardaba observando al profesor con una penetrante mirada de ojos verdes. Edorias se percató de ello, pero no se alteró ni mucho menos; se acerco a él y dijo:
–Gracias por haber aguardado; necesito que me ayudéis con los hechizos en dearin, sé que vuestro conocimiento al respecto sobrepasa al de muchos ampliamente y me vendría bien vuestra ayuda en este caso, como en muchos otros que ya me la habéis dado. ¿Estáis de acuerdo?
–Como siempre –clamó Meroveo con una leve reverencia.
–Bien, bien… Entonces cuando tengáis tiempo, id a la biblioteca y seleccionad varios hechizos dearin que consideréis básicos, para poder aprender y analizar su estructura con facilidad; luego me los alcanzáis para que los organice para la siguiente clase.
–Así lo haré, despreocúpese. Por cierto… Se rumorea lo que el regente Dawrt ha sugerido en el anterior consejo… Sé que no es  de mi incumbencia pero…
            –Si… Pero como ya os dije, hacedme el favor de recordar que Dawrt ya no es regente de la maestría sino Maestre interino, que es muy distinto… –clamó Edorias con la mirada baja y perdida, cavilando sobre sus propias palabras.
            –Mis perdones, sólo que no concibo el porqué de su regencia interina, al no ser rectificada por un nueva votación del consejo.
            –Aún os queda mucho por aprender joven Meroveo, dicha regla sólo se aplica si el regente lo desea y Dawrt no lo ha hecho, probablemente por temor a no ser reafirmado… –Edorias se alteró al terminar de escucharse, sus últimas palabras no debieron haber salido de su boca–. Perdón, os estoy abrumando con problemas, que como bien habéis dicho, no son de vuestra incumbencia. 
            –No, no hace falta que os disculpéis, sé que no simpatizáis con nuestro maestre interino. Pero no os preocupéis que no sois vos solo, dicha sensación se siente en el aire; en cada rincón, los murmullos de descontento suelen repetirse entre maestros y alumnos.
            Edorias lo mira de reojo con cierto desahogo.
            –Aún así es nuestro maestre y debemos seguirle –clamó Edorias.
            –Sé que así es, por eso debo confesaros mi temor y el de mis compañeros… Se rumorea la posibilidad de que la misma Tierra Mágica entre belicosamente en la guerra entre Thira y Gore, y eso sólo nos llena de desesperación con el paso de los días. ¿Esto es cierto?.
            Edorias volvió a mirarlo sin decir palabra, la cual quería pensar antes de soltar.
            –Aún no, pero es una posibilidad según Dawrt. Es un temor que yo también comparto, pero nada se puede hacer al respecto.
            –¿Nada se puede hacer? ¿Incluso si los consejeros piden la rectificación de Dawrt? –clamó Meroveo.
            –Es una posibilidad… Pero sólo se conseguiría por unanimidad y, aunque somos varios los consejeros que no compartimos varias cosas con Dawrt, no somos todos…  –Edorias volvió a hacer una pausa y luego continuó–. No os mentiré, siempre has sido muy buen mago y probablemente ocupes un lugar muy importante en el futuro de la Tierra Mágica, y es vuestro futuro como el de todos en este palacio el que me preocupa. Por eso yo también he pensado varias veces cómo evitar que los impulsos de Dawrt nos lleven a una catástrofe.
            –Os agradezco inmensamente vuestras palabras, por eso deseo firmemente ayudaros en todo lo posible, y con eso no me refiero solo a las clases.
            –Lo sé, ya me lo habéis dicho… Y tal vez sea esta la hora de actuar…  Yo no puedo reunirme con cada uno de los consejeros para compartir mis ideas, puesto que ello despertaría las sospechas de Dawrt, que ha seguido muy de cerca mis acciones desde que asumió como maestre interino; obviamente no se fía de mi. En cambio, jamás sospecharía de un joven haciéndole una consulta a un consejero… –terminó diciendo Edorias con un tomo más bajo de lo normal, como si no hubiese querido que tales palabras salieran de sus labios.
            Meroveo entendió perfectamente y no dudó:
            –Yo me encargaré de hablar con cada uno de los consejeros y decirles lo que vos queráis que comunique. No os preocupéis por eso.
            Edorias encontró alivio en sus palabras y palpó el hombro del estudiante en señal de agradecimiento.
            –Lo que necesito es hablar con todos ellos juntos, y que entre todos hablemos sobre pedir o no una votación de reafirmación de Darwt como maestre interino. Reunión que debe permanecer oculta a los ojos de Dawrt y sus allegados, puesto que obviamente la evitaría.
            –No digáis más, decidme la hora y lugar donde queréis reuniros y se lo comunicaré a cada uno de ellos –clamó Meroveo.
            Edorias se sorprendió por su entusiasmo por ayudarlo en tan riesgosa tarea.
            –No hay razón de euforia joven Meroveo, lo que estáis diciendo no sólo es altamente riesgoso para vuestra persona, sino para todos los honorables consejeros que pueden ser condenados por traición si Dawrt se llegase a enterar… –Edorias hizo una pausa y bajó la vista–. Tal vez no sea lo correcto… –terminó diciendo en un leve murmullo a sí mismo. 
            –Dejadme que os ayude, si estoy ansioso es por la posibilidad de ayudar a la Tierra Mágica, no por otra cosa –clamó Meroveo, gesticulando cada palabra para darles más vigor.
            Edorias miró a sus costados nervioso, por un instante el temor se apoderó de su voluntad. Miró a Meroveo fijamente y luego dijo:
            –Escuchad con atención, lo que os diré debe ser guardado bajo sumo secreto durante el resto de vuestros días…
            Meroveo asintió sin interrumpirlo.
            –Esto es lo que debéis decir al resto de los consejeros… –a partir de tales palabras el tono de voz de Edorias disminuyó hasta prácticamente enmudecer, siendo sólo perceptible al oído de Meroveo, quien escuchaba con atención bien cerca de los labios arrugados del noble consejero.


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