jueves, 10 de febrero de 2011

1º Parte - Capítulo 4

-IV-

Self se encontraba sentado sobre un fardo de paja atento a la tarea que traía en manos. La habitación en la que se encontraba estaba apenas iluminada por unas velas de grasa de cerdo y por la luz que dejaban entrar unas pequeñas  lumbreras que se encontraban sobre su cabeza. A su alrededor se podían apreciar varias herramientas, tanto de hierro como de madera, y una gran mesa de trabajo. Era un taller. Los escasos rayos de sol que ingresaban al recinto, parecían corresponder al albor de un nuevo día. Pero él había pasado toda la noche en esa habitación trabajando a la luz de las velas ya casi extinguidas por su fuego.
            Con una mano sostenía el extremo de un tronco de unas tres varas de largo  mientras que en la otra mantenía un puñal con el que marcaba los nuevos contornos que iba dando a la punta. El ir y venir del puñal sobre la madera era intenso y continuo, se podría decir que sus movimientos parecían por inercia más que por deseo. Así se podía juzgar puesto que su mirada parecía perdida en su accionar, como si no estuviese allí realmente. A través de su semblante fijo se podían observar unos ojos secos y cansados. Se notaba que hacía varias horas no tocaban la suavidad de una almohada. De repente  el filo de su puñal perdió el rumbo acostumbrado y rozó la piel de la palma que sostenía la madera haciéndola sangrar. Inmediatamente recuperó el camino de su perdida mente y soltó con presteza los dos elementos que traía en manos.
            <<¡Maldición!>> Caviló el muchacho mientras llevó su mano herida frente a su rostro para examinar detenidamente lo que le había sucedido.
            Sus ojos resecos permanecieron fijos sobre la sangre que iba formando minúsculos ríos que recorrían las grietas marcadas sobre su mano. Luego se acercó aún más a la herida y con el dedo pulgar de su mano derecha comenzó a presionarla suavemente.
Su mente pareció volver a perderse al quedarse quieto mientras las gotas comenzaron a dejar manchas rojizas sobre el suelo; bastaron tres de estas para que Self reaccione nuevamente. Éste tironeó un trozo de tela de sus ropas y comenzó a envolverse la mano en el mismo. Segundos después una aureola bermeja se formo sobre la tela que cubría su herida.
Tomó los elementos que había dejado caer y volvió a sumergirse en su tarea, procurando esta vez permanecer más atento. Así continuó por varios minutos más, aunque el ir y venir de su puñal era más lento que antes puesto que debía sujetar la madera con fuerza y al tener la mano lastimada, esta labor empezó a costarle, pero no le impidió proseguir. El tallado en el que estaba trabajando comenzaba a dejar claro su destino, era una gran estaca que terminaba en una filosa punta. Pero el dolor en su palma izquierda se hizo notar más y más hasta obligarlo a detenerse. Dejó a un costado la vara de madera e intentó abrir y cerrar la mano varias veces para comprobar  sus movimientos. Sus labios comenzaron a retorcerse expresando el dolor que le provocaba hacer eso. Al ver que no podía continuar se puso de pie y dio media vuelta para ver a través de las lumbreras. La luz que entraba por estas era aún más intensa que antes forzando a sus ojos a entrecerrarse.
            La vista que ofrecían esas pequeñas ventanillas era la de un majestuoso sol anaranjado que acababa de nacer sobre el horizonte.
            Permaneció quieto por unos instantes hasta que el chirrido de de la puerta de madera del taller le hizo girar para ver quien lo provocaba, aunque en sí ya sabía quién aparecería. Era Hermes, el leñador de Deremi y dueño del taller en el que se encontraba en  ese momento. Un hombre de mediana edad y de contextura robusta, con cabello y ojos castaño oscuro. Este se acercó unos pasos hacia su mesa de trabajo, aparentemente, sin esperar encontrarse con alguien más puesto que las palabras de sorpresa que exclamó parecían sinceras:
            –¡Self! ¿Qué hacéis aquí a esta hora?. Todavía es muy temprano ¿No os parece? –clamó con voz áspera.
            –Hola Hermes. A decir verdad nunca me fui –le contestó calmadamente.
            La cara de sorpresa del leñador fue en aumento mientras daba otros cuantos pasos más para acercarse al muchacho. El asombro era más que entendible. El día anterior Self se quedó a trabajar en su taller para ayudarlo a reparar las herramientas que se perdieron con la gran tormenta y a preparar una mejor muralla con maderos más altos pero jamás se hubiera imaginado que se quedaría durante la noche.
            –¿O sea que  cuando yo me fui a dormir porque estaba oscureciendo,  vos simplemente os quedaste?
            –Si, tal cual –respondió.
            –¿Pero por qué? No hacía falta.
            –Ya sé que no es la mejor hora para trabajar. Pero sí hacía falta –contestó Self con un tono de voz más seria–. Las herramientas que se perdieron fueron muchas y si no nos apuramos para a repararlas vamos a perder la época de siembra que está a escasas semanas de comenzar. Si eso llega a pasar todo el pueblo va a pasar hambre por meses. Y la muralla… Sabéis que es mejor estar prevenidos…
            El hombre se quedó asombrado por la fuerza y compromiso de sus palabras sin saber que contestar. A tal punto que por un momento él mismo se sintió apenado por no trabajar tan duro como el joven que al fin y al cabo tenía razón. Si no se apuraban para sembrar a tiempo iban a pasar, de seguro, por tiempos difíciles. El tema de la muralla no era más que preventivo, al igual que ellos, muchos otros poblados habrían perdido mucho con la tormenta y todo el mundo sabe que lo que separa a un campesino sin comida a un bandido es una línea muy fina… Se discutió mucho si valía la pena gastar energías en ello, pero Jonas terminó por convencer a las familias de Deremi.
            El leñador entendió el esfuerzo del muchacho al quedarse durante toda la noche y dejó de lado el enojo inicial que había sentido al entrar y encontrarlo en su taller. Aunque en realidad aún no le quedaba claro el porqué del alto compromiso de Self, ya que en sí no era de Deremi, ni siquiera se encontraba desde hace mucho allí, tal vez unos cuantos días, un mes como mucho. Igualmente sus dudas sobre el muchacho no permitieron que no aprecie su ayuda que era más que valiosa.
            Por otro lado, Self tenía muy en claro el porqué de su compromiso con Deremi. Antonella le salvó la vida aquella noche arriesgando la propia. Era lo menos que podía hacer. Además no sólo eso, también lo recibió en su casa y le dio de comer, ofreciéndole quedarse todo el tiempo que quisiese. Además... ¿A dónde podría haber ido? Su memoria estaba exactamente igual al aquel día que despertó de la cama de Antonella, sin recuerdos. Como si aquella vez fuese la primera vez en que abrió los ojos o sus pulmones tomaron aire. Lo único que había en su cabeza era lo que había pasado desde ese día hasta el presente en ese taller.
Y aquel sueño.
Pero… ¿Qué otra cosa podría haber hecho? Lo único que podía hacer era quedarse ahí hasta recordar algo más, que le indique de dónde es, dónde vivía, de su familia, ¿realmente era un soldado?, cualquier cosa más de donde poder agarrarse para que luego el resto de los recuerdos vengan solos. La versión de ser un soldado en la capital de Gore era improbable, pero hasta ese momento era lo único que tenía.
<<Algo más, necesito recordar algo más.>>
Maria, la madre de Antonella, le recomendó esto mismo, que lo que mejor podía hacer es vivir una vida normal en Deremi, sin forzar su mente, hasta que sus recuerdos  renazcan en su memoria. A Self le pareció más que bien suponiendo que ello no llevaría más que unos días. Pero ya había pasado un mes sin recordar nada... ¿Por cuánto tiempo podría seguir así?
            Por esto es que Self se comprometió tanto en ayudar. Era la única forma que tenía para no sentirse un estorbo o una molestia tanto para Antonella como para todo el pueblo que le recibió sin protestas. Pero... Eso no era todo, había algo más, algo que Self sentía sin saber por qué, turbándolo cada día más. Era como la voz de su conciencia que lo culpaba de lo sucedido aquella noche, la noche de la gran tormenta. Aunque estaba seguro de que fue una simple coincidencia, no podía evitar sentir remordimiento. Hasta es más, a veces creía que, mientras caminaba por Deremi, las miradas de los pueblerinos lo apuñalaban culpándolo de la desgracia que habían y que estaban sufriendo en aquel momento. ¿Realmente esos pensamientos surcaban las mentes de esas personas o sólo era su impresión? No podría saberlo, no debía saberlo.
            Lo único que le quedaba era esperar que sus recuerdos toquen a la puerta de su memoria... Y hasta entonces agradecer con sus acciones la suerte que tuvo al encontrarse a Antonella. Sin ella no tendría una vida por recordar ni una cual vivir.
            –Es cierto, disculpad. En vez de cuestionaros tendría que haberos ayudado... –continuó Hermes–. Y dime, ¿pudisteis avanzar algo? –siguió con tono más amigable aunque manteniendo una voz áspera.
            –Ah sí, bastante –clamó Self mientras se giró para mostrarle su trabajo.
            –Impresionante –dijo Hermes al ver en una esquina de su taller un montón de troncos similares al que hace un momento había terminado de tallar Self.
            –Ya terminé todas las estacas que se empezó ayer, ya faltan menos –explicó el muchacho.
            El leñador le contestó con un movimiento de cabeza manteniendo su labio inferior hacia arriba, como en señal de aprobación y asombro al mismo tiempo.
            –Excelente. La verdad que me ayudasteis más de la cuenta. No te voy a mentir muchacho... Prácticamente me ahorrasteis el trabajo de días.
            La luz que entraba por las lumbreras ya iluminaba todo el interior del taller a la perfección, lo que permitió al leñador ver la mano vendada del joven.
            –¿Y eso? –preguntó Hermes.
            –Ah, no es nada. Me corte mientras tallaba –contestó Self mientras trató de ocultar un poco su mano entre sus ropas para que no se percate de la gravedad de la herida más que evidente si llegara a ver la aureola de sangre sobre su palma–. Cuando queráis podemos comenzar a armar más –continuó.
            –Sí, seguro, pero eso no va a hacer ahora ni mucho menos. ¿Te visteis la cara? –dijo el hombre haciendo alusión a los ojos resecos y colorados del joven que parecían pedir a gritos algunas horas de sueño. Self pareció no entender a que se refería por lo que Hermes terminó la frase–. Te vas a dormir ya mismo. Además te necesito fuerte para que me sigáis ayudando –terminó diciendo mientras sonreía mostrando una dentadura amarillenta e incompleta.
            –Sí, tenéis razón. Necesito dormir un poco.
            –Bastante diría yo –continuó el leñador.
            Self esbozó una sonrisa sin llegar a mostrar sus dientes y luego dijo:
            –Esta bien. Lo veo más tarde para seguir.
            –Así será muchacho –replicó Hermes.
            Self pasó a dirigirse a la puerta, todavía entre abierta, para abandonar el recinto. El taller se encontraba aledaño a la caza del leñador pero para entrar al mismo había que ir por afuera, por lo que salió directamente al empedrado de la plaza central de Deremi.
            En cuanto salió, Self se vio sumergido en los intensos rayos del sol que le cubrían todo el cuerpo dándole una leve sensación de placer por el calor que le provocaban sobre su piel, sacándole de encima el frío y  la humedad de aquellas cuatro paredes en las que había pasado la noche. A decir verdad, tanta luz repentina le molestó de tal manera la visión que prefirió mantener los ojos cerrados y entre abriéndolos de apoco. Aunque esto no le evito disfrutar del radiante sol de la ya entrada mañana y del aire puro y renovado de un nuevo día. Era un hermoso día. Uno de esos días que marcan el fin del invierno y el inicio de una nueva primavera.
            Luego de recibir al nuevo día se dispuso a caminar sobre las piedras de la plaza de Deremi aún húmedas por el rocío de la mañana que no había terminado de desaparecer.
            El semblante del joven parecía haber cambiado. Ya no era aquel rostro cansado por largas horas sin dormir y de arduo trabajo, si bien sus ojos seguían delatando su cansancio, Self parecía haber renovado su actitud a una mucha más alegre y despierta dejando atrás a ese sujeto de expresión sería que se perdía en sus propios pensamientos. Era evidente, caminar por Deremi por la mañana lo revitalizaba. Era una costumbre que se le estaba formando desde que había llegado al lugar. Todas las mañanas salía a caminar, según él para pensar. Aunque vaya a saber uno en que podría pensar un sujeto que no recuerda nada. Es que en realidad era justamente eso, no podía dejar de pensar en que no tenía a nadie en quien poder hacerlo...
            Self, que había comenzado a caminar sin rumbo alguno perdiéndose en la hermosura del lugar, volvió en sí al sentir un fuerte latido y ardor en su mano izquierda que le obligó a ver de nuevo su herida. El aura de sangre seca que se podía observar sobre su vendaje era aún más grande. Seguía sangrando... ¿Tan grave seria? En cuanto se la produjo no le pareció que así fuese, pero igualmente decidió revisarla por si se equivocaba. Mientras continuó caminando tomó con su otra mano el nudo del vendaje y comenzó a deshacerlo para luego pasar a retirarlo suavemente. Mala idea. La sangre seca provocó que la tela del vendaje se le pegara a la herida por lo que al tironear sólo se ocasionó un fuerte dolor.
            La escasa preocupación que tuvo en un principio aumentó considerablemente luego de su primer intento por lo que no volvió a hacerlo. Pero ahora tenía más interés por ver cómo estaba el corte que se había dado.
            Después de permanecer un instante inmóvil pensando cómo proceder, una idea le alivió la mente. Al punto se dirigió con presteza al centro de la plaza de Deremi. En su centro se encontraba un pozo con agua utilizado por la mayoría del pueblo, que era la única forma de conseguirla a menos de que se extrajese del rió Kwaih a media legua de distancia.
            Este estaba algo deteriorado puesto que las rocas que lo conformaban estaban algo flojas por lo que trató de no apoyarse con fuerza. Tomó la soga del pozo y tiró sin mucho esfuerzo para retirar el recipiente enganchado en la misma para extraer algo de agua. Cuando ya se hizo con ésta, sumergió su mano izquierda.
            La tela de su vendaje comenzó a desprenderse ya que la sangre seca se diluyó en el agua por lo que cuando reintento quitarse las vendas lo consiguió sin sufrimiento alguno.
            La herida que tanto le molestaba e inquietaba ahora estaba a la luz mostrando sus verdaderas dimensiones.
            No estaba tan mal. Era un corte pequeño aunque parecía profundo. Se tranquilizó un poco al darse cuenta de que sus temores eran mayores de lo que debían ser, así que comenzó a lavarse suavemente el corte que se había producido para evitar algún tipo de infección.
            En cuanto retiró sus manos, quedó en frente de su propio reflejo formado toscamente por el agua que ocupaba aquel recipiente de madera. Su mirada se fijó en el mismo por unos instantes viendo como se formaban y deformaban sus facciones por las ondulaciones del agua enrojecida por su propia sangre. El reflejo que se apreciaba parecía bastante fiel, por lo que Self permaneció observándose por un buen rato.
            <<Si es que soy un soldado ¿Por qué mi única cicatriz es la que me acabo de hacer en la mano?>>
            Permaneció frente al recipiente tratando de recordar hasta que fue notando que su rostro reflejado en el agua iba cambiando la tonalidad de sus colores a unos mucho más oscuros y rojizos. Parpadeó un par de veces seguidas para comprobar que sus ojos no le mentían, aunque en  un principio no le dio mucha importancia, llego el momento que fue imposible negársela. Con el ir y venir de las ondulaciones del agua la aparente transformación se hizo más notoria por lo que perturbó los sentidos de su observante que en vez de asustarse quedo paralizado por el deseo de saber cuál era el límite de lo que sus ojos veían.
             La sensación que lo envolvía era una mezcla de temor y ansiedad rara de comprender. Era como si por dentro hubiera sentido que en ese reflejo rojizo de sí mismo encontraría la respuesta a las preguntas que se había formulado.
            Se encontraría.
Dejó de parpadear para no desistir de mirar ni por un instante aquel rostro sobre el agua rojiza. Un rostro que parecía no limitarse a ser observado, sino a observar también. El corazón de Self comenzó a latir con fuerza y rapidez al pensar en ello. Se acercó aún más, quedando a unos centímetros de sí mismo. Manteniendo sin descanso la rigidez de su mirada como esperando una improbable reacción de aquel reflejo que cada vez parecía más vivo... El semblante reflejado en aquel balde con agua le dio el gusto. La comisura de sus labios pareció moverse con una ondulación del agua hasta formar una perversa sonrisa. Self dio un salto brusco hacia atrás golpeando con uno de sus pies el recipiente, volcándolo por completo. El joven quedó sentado sobre las rocas de la plaza de Deremi sin poder detener la agitación de su respirar... No parecía agua lo que teñía los adoquines, rojo brillantes a la luz del sol.

Más que por la pesadilla en sí misma, el miedo que aún comprimía su pecho era por lo vívida que le pareció. Aun estaba allí, en el taller, sentado sobre un fardo de paja recostando su espalda contra la pared de la lumbrera. El latido de su mano izquierda le obligó a llevar su mirada a la herida. Por la extensión de la aureola de sangre dedujo que se había quedado dormido unos minutos. Además el taller estaba mucho más iluminado, podía incluso percibir el polvillo en el aire. Permaneció quieto por un momento para aflojar la tensión de sus músculos que le provocaba una especie de temblequeo insoportable, luego alzó la cabeza, cerró los ojos y respiro hondo.
Ya había pasado. Un instante después la puerta del taller rechinó al abrirse, Hermes fue quien cruzó su umbral.


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